jueves, 2 de abril de 2009

Myo en busca del canto de los pajaros


Se cuenta que hubo una niña llamada Myo que vivía en la cima de una montaña cerca de un gran templo budista. Un día Myo escuchó la charla de un monje llamado Zenji y le extrañó mucho lo que decía. Zenji hablaba de cómo escuchar el canto de los pájaros. "Qué raro, pensó Myo, cualquier puede oír el canto de los pájaros". "¿Verdaderamente oyen el canto de los pájaros?", decía Zenji. "Es necesario que se pregunten: ¿quién escucha?" Es necesario buscar el lugar de escuchar: "¿Desde donde se escucha verdaderamente el canto de los pájaros?" Myo quedó asombrada: ¿dónde estará ese lugar donde se puede verdaderamente escuchar a los pájaros? ¿Dónde hallar el lugar de escuchar del que Zenji estaba hablando? Entonces decidió que buscaría por sí misma ese lugar y desde entonces se mantuvo muy atenta a todos los sonidos que le rodeaban, especialmente al de los tordos, las palomas y los gorriones que abundaban por el lugar. Pero no lograba encontrar la respuesta. Quizás está en el templo pensó un día y se quedó mucho rato escuchando en el jardín de los monjes, hasta que apareció Zenji y se quedó a su lado acompañándole. Myo escuchó con tanta atención que hasta se olvidó de que estaba buscando el lugar de escuchar, pero pudo se sintió feliz al oir la respiración de Zenji acompasada a la suya. Entonces el gong se dejó oír, era la hora de cenar. Los dos rieron sorprendidos y cuando se despidieron Zenji le susurró al oído: "El lugar de escuchar se encuentra allí donde tú estás, allí desde donde puedes escuchar el latido de tu corazón y el latido de la vida de la que formamos todos parte"

El arte de escuchar


Cuando una persona se siente escuchada, se siente atendida, y eso genera un profundo proceso que le anima a una mayor apertura. Al dar valor, importancia y consideración a las revelaciones de la persona que nos habla, creamos un clima de cooperación y receptividad en nuestro interlocutor. Las personas tenemos en nuestro interior, vastos recursos de auto comprensión, y también recursos para posibilitar el cambio de conceptos propios, de conductas y actitudes. Si se logra crear un determinado clima, una conversación puede suponer una eficaz herramienta de transformación, una sencilla pero eficaz manera de tomar conciencia de lo mejor de uno mismo.


La verdadera escucha significa, entre otras cosas, estar presente para el otro, sin juicios ni evaluaciones, facilitando las palabras que le permitan una mejor autoexploración. La persona que sabe escuchar aprende a practicar la autodisciplina, a evitar o reducir los malentendidos y a encontrar el momento oportuno para hacer una pregunta o una afirmación. La escucha empática incluye mucho más que registrar, reflejar o incluso comprender las palabras pronunciadas. Implica escuchar con el corazón, desde ese espacio interior en el que somos capaces de percibir, intuir y sentir, desde ese lugar en el que es posible el encuentro porque respiramos juntos, el aire sanador del reconocimiento, la apreciación, la aceptación y la comprensión".


"Si prestas atenciòn, sentiràs nuestros Corazones latiendo juntos"