![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7ImSx7aA8hG31-zlGNOnt8et3WIbWdTxQgQUlEb9qfErrQ_WZU8XIp8DKe2nzmiPYnNGdgLCG2XF0C7kOcGqjtP9KdDEs5J9hZIWcYnwSwrKpaxeaZjwGrB0c9GMI_HEys33rCHFFUUI/s400/1280257267874_f.jpg)
El Alma también tiene miedo de la soledad, pero sus temores son de otro tipo. No la preocupan tanto las cosas que podría conseguir o perder. Sus preocupaciones son mucho más profundas. No la preocupan tanto los errores de otros como sus propios errores. Y su felicidad no depende de lo que pueda obtener de otros sino de su propia capacidad de amor, sacrificio y dación.
Parece paradójico, pero precisamente cuando un hombre ya no necesita nada para sí mismo, el Destino le hace encontrar en su camino a seres queridos, verdaderos compañeros de ruta que aspiran a estar a su lado atraídos por la fuerza de su alma. Para convivir verdaderamente con otra persona, es necesario primero dejar de depender de ella.